Por Daniel Guerrero

Esta nueva década ha marcado mi llegada a disfrutar de los mayores espectáculos musicales; debo admitir que no soy fanático de las “boy band”, no soy de la generación que vivió el furor de este tipo de bandas, pero ¿un concierto que llenó dos fechas? Yo tenía que estar allí, y vaya que fue una sabia decisión.

Lo primero que noté al llegar a los alrededores del Movistar Arena, es que el fandom colombiano de los BackStreet Boys está más vivo que nunca, grupos de amigas uniformadas con su amor a la banda, camisetas, bandanas, chaquetas, gorras,muchas estampadas y creadas por las mismas fans, no olvidaré unas camisetas con las caras de cada uno de los miembros del grupo; con tanta creatividad en el ambiente me antoje de uno de esos outfits.

Al ingresar al lugar del evento, en espera del show, el ambiente musical iba aumentando, algunos kioscos de comidas ya colocaban sus clásicos, y se escuchaban los coros de los grupos de fans, se veía que esa noche iba a ser la mejor de sus vidas. Y así fue, tomar asiento se convirtió en un decir, porque nadie se sentó en todo el evento, la emoción tomó cada fibra de cada ser en la arena, y el primer gritó casi estalla mis tímpanos, era uno que llevaban guardado desde hace más de 20 años, eso marcó el inició de una noche mágica que añoraban en su corazón. Los miembros de BackStreet Boys estuvieron a la altura de los sueños de cada una de sus fans, cada movimiento, palabra, era ovacionado, más aún cuando se animaban a dar unas palabras en español, y cuando regalaban un autógrafo, o un saludo casi personal a quienes tenían el privilegio de estar más cerca. Con tanta adrenalina, fue inevitable sin ser el fan más abnegado, tratar de unirse a los coros más reconocidos, con un pésimo inglés, pero que a nadie le importaba, porque la suma de todas las voces harían pensar que no solo sonaba el Movistar Arena, sino Bogotá entera cantando al unísono, y es así como un público te convierte en fan.